Scott Pruitt comenzó de abogado. Como fiscal general de Oklahoma denunció 14 veces a la Agencia de Protección Medioambiental (APM). Varias empresas de combustibles fósiles habían donado 200.000 dólares para sus campañas. Hoy preside la APM. Solo un genio de la política entendida como asalto a la razón nombraría para proteger las aguas y el aire, los bosques y los mares a un fulano tipo Pruitt. El zorro al cuidado del gallinero. El pirómano en protección civil. Capaz de negar el cambio climático porque, mire, los científicos dirán cuanto gusten pero mi opinión cuenta y a ver si no puedo opinar yo, caray, sobre los papeles científicos de oceanógrafos y expertos en glaciología y biólogos y demás manipuladores y maniobreros judeomasónicos. Que la opinión está sobrevalorada lo prueba la benévola generosidad con la que el endiosado asno medio pasea sus rebuznos. Que algunos luzcan galones no resulta tan llamativo como que el personal compre su discurso sin leer sus palabras. Basta con estudiar las credenciales previas. El resto se da por hecho. La lealtad acaba siendo un escipiente del forofismo. La lealtad, bien mirado, importa más que el pensamiento. ¿Se considera de izquierdas? Entonces jaleará el independentismo en Cataluña y, oh, la inmersión lingüística. Esa apisonadora a la que los racistas demoninan cohesión social. La misma que bajo el peluche de buenas intenciones esconde una pasión uniformadora. Un delirio etnicista. Era, es, herramienta para apretar los clavos cerebrales de los morenitos procedentes de Andalucía y Extremadura y las Castillas y ponerlos en su lugar. Aplicado a EE.UU bien vale usar el caso Allen como baremo para detectar supuestos progresistas con aguijón de inquisidores. Pero cómo, ¿que dice usted que de derechas? Pues al carajo el cambio climático, ese invento parido entre Greenpeace, Al Gore y los malditos meteorólogos y etc. Así encuentras gentes que aplauden a la portavoza de la Congresa y otras que insultan a los científicos, nostálgicos del nacionalismo que rompió las costuras de Europa en el siglo XX y amables partidarios de todas las víctimas al tiempo que postulan sus zarpas al puesto de verdugo.