España es un país donde Miquel Iceta, secretario general del PCS, que lleva años empeñado en el indulto a los golpistas del 2017, con los que trama un futuro tripartito, sostiene que el PSOE no pactará con los independentistas. En España, según Alberto Garzón, la Constitución ampara el cupo vasco pero hay que combatir el dumping fiscal de Madrid y, oh, recalcar que somos un país plurinacional, o sea, una nación donde algunas autonomías, País Vasco y Navarra, tocadas por la mano de Dios o, en su defecto, por los maradonianos derechos históricos, pueden rebajar el impuesto de sucesiones al tiempo que no aportan nada al fondo de garantía. Los españoles tenemos un ministro de Universidades, Manuel Castells, mayordomo generosamente pagado de ese onmívoro pleonasmo que es el secesionismo xenófobo, que sostiene que en Cataluña nunca hubo ningún problema con el castellano. Castells, mon amour, con sus ensayos ilegibles esperando a Sokal, opera como burro de Troya de una Ada Colau impagable por cuanto suma todos los delirios de la paleoizquierda española. Al menos Castells tiene más claros sus intereses y lealtades que el poeta, y director del Instituto Cervantes, Luis García Montero, cuyo inmenso talento literario, que siempre he celebrado, y su bonhomía personal, de la que doy fe, resultan melancólicamente compatibles con su facilidad para tragarse toda la chatarra sobre el espíritu de las naciones manifestado a través de las lenguas y su, ay, desprecio por la equidad, los derechos de los ciudadanos -verbigracia los niños castellanoparlantes- y la Constitución. En España pudiera ser que el gran poeta diga lo que dice guiado por una suerte de dogmatismo armado con los precarios mimbres de los buenos deseos, pero en otros casos, más representativos, como el del omnipresente Iceta, parece consolidarse la derrota inapelable de una izquierda comprometida con lo común, contraria a la atomización de la colectividad y enfrentada a la irreparable destrucción de un área lo más amplia posible que garantice la igualdad. Qué le vamos a hacer: buena parte de la izquierda español apuesta por las identidades sin diluir y favorece tradiciones impenetrables. Pasarán años antes de que sea posible regenerar el páramo que dejará al salir.

Julio Valdeón

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