Entiendo que ayer ustedes estaban al día del libro, el recuerdo de los comuneros y la celebración de Sant Jordi. En Madrid, delante de unos jueces sin piedad, hubo políticos manchados de palabras, que introdujeron sus fórmulas gastadas en unas bolsas de papel. Los ex consejeros, después de pilotar la nave hacia el abismo, saltaron en marcha. Habrían podido entonar mariachis la súplica de José Alfredo, pero nadie me llame cobarde, sin saber hasta dónde te quiero… Los testimonios de Meritxell Ruiz, ex consejera de Educación, Jordi Baiget, ex consejero de Empresa, y Jordi Jané, ex consejero de Interior, brillaron con luz muy negra después de haber escuchado a los policías y Guardias Civiles. Donde los segundos hablaban de patadas, empujones, insultos, amenazas, escraches, ladrillazos, esputos y otras formas de abertzalismo, los primeros, florentinos pero de cuarta fila, entonaron la balada del diálogo no consumado, la solución no alcanzada y el clásico inoxidable del dos no discuten si uno no quiere. Sólo la mezcla de ignorancia, altanería y sectarismo con que nos juzgan desde fuera explica que alguien (pongamos varias docenas de catatónicos intelectuales portugueses, ayer mismo en manifiesto infumable), pueda identificar con algo aproximado al liberalismo político, la defensa de los valores republicanos o a la salvaguarda del lema revolucionario, libertè y etc., semejante cacharrería, digna de unos neocarlistas con prosa de aparatich. Finalmente necesitas un cuajo a prueba de misiles atómicos, y la gracia de un funcionario amaestrado para dormir a las ovejas mientras te escurres, para largar, como Jané, que «En el gobierno en el que yo formaba parte siempre se defendió la vía del acuerdo, la vía del diálogo, para encontrar una solución pactada». El caballero abandonó la nave a mediados de julio de 2017…

Julio Valdeón

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