El teniente coronel de la Guardia Civil, Daniel Baena, estuvo en todas las salsas. En la investigación de la trama para crear una Hacienda paralela. En las pesquisas relativas al referéndum. En la coordinación de los registros. El 1-0. Fue el instructor de los atestados de la Guardia Civil. Trabajó en investigaciones ordenadas por la Audiencia Nacional, el juzgado número 13, el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña… Su testimonio, rápido, preciso, seco, cortante, rima con la burocracia legal. Conoce bien las argucias de las defensas, los protocolos y arcanos del lenguaje judicial, el metódico barroquismo del proceso y el juego que bailan los jueces, abogados y fiscales. No tiene la más mínima duda respecto a las competencias y atribuciones de la policía judicial, entiende la ley y husmeó en las entrañas de la bestia. Su visión de lo ocurrido en Cataluña, desprovista de grandilocuencia y adjetivos, huele a napalm. Desde luego que no necesitas ser un fanático de los verdeolivas ni saberte de memoria el himno de la Benemérita, con letra de José Osuna Pineda y música de Ildefonso Moreno Carrillo, para entender que gracias a ellos, y a un puñado de fiscales y jueces comprometidos con la ley, resistió el invento que nos dimos en 1978. Al otro lado funcionaba una panda de enajenados. Convencidos de que saltarse el código penal, mearse en el Estatuto y meterle gasolina a la Constitución resultaba tan efervescente y simpático como celebrar los goles de Lionel Messi. Políticos transmutados en hooligans y presidentes de asociaciones civiles empeñados en que la novela corta de la insurrección yeyé desembocase en una telegénica república finalmente desprovista de la asquerosa compañía de los vecinos, que nos roban y etc. El teniente coronel Baena habló de clima insurreccional, y puso ejemplos, de polvorín, de estructuras de Estado, de planes para la sedición milimétricamente detallados en pendrives, de aglomeraciones a la puerta de los registros, de un clima venenoso, explosivo, en especial del 20 de septiembre a la entrada en vigor del 155. Cada grupo tenía su papel, cada paso había sido diseñado de antemano, cada salto anticipaba el siguiente. Todo estaba esbozado en la moleskine y el Enfocats que los policías incautaron a Josep María Jové, mano derecha de Junqueras en la Consejería de Economía. «Cada uno tiene una misión una función dentro del proceso general. Unos tienen que dar cobertura legislativa, otros movilizar a la ciudadanía», explicó Baena. De particular interés fue la conexión que hizo entre la entrada en vigor del 155 y la recuperación de los Mossos para la causa de la ley y su cumplimiento. Cataluña había entrado en la era insurreccional. Sólo los mecanismos legales diseñados para contrarrestar el virus evitaron su letal propagación. Varada o peor en la no man´s land de los muertos vivientes. Allí donde la voluntad popular significa algo distinto, más opaco y ácido y por supuesto relacionado con las pulsiones totalitarias de quienes participan de las ventajas que ofrece el sistema con la intención de hundirlo al tiempo que ellos se lucran. La única forma que encontraron las defensas de neutralizar al testigo, la única vía para distraer la atención, consistió en pedir la hora, reclamar penaltis y tratar de desacreditarle por las cuentas de Twitter que le atribuyen. Nada que no se vea en cualquier audiencia, donde los abogados menean al testigo incómodo y buscan contradicciones, faltas y agravios. Muy poco si aspiraban a demoler su testimonio. Sabíamos por experiencia que el procés estuvo basado en una cosecha de mentiras. Puro afán melodramático. Lo que no imaginábamos era que muchos de los abogados tomarían al tribunal por el público de Preguntes freqüents. Si esto es todo lo que tienen lo llevan mal.

Julio Valdeón

© Julio Valdeón Blanco / Diseñado en WordPress por Verónica Puertollano (2012)