Me puso sobre la pista el gran escritor y periodista José María Albert de Paco, al alertar vía Twitter de que Torra, mayordomo servil del prófugo napoleoncito y autor de artículos dignos de cualquier antología minímamente dedicada al racismo y sus apologetas, anda por EEUU promocionando la ratafía y, oh, la republica catalana que no existe, idiota. Parece que ha cruzado el Atlántico con nuestro dinero y le ha contado las virtudes cívicas del golpismo al alcalde de un pueblo en Idaho. Yo entiendo que todo esto, los viejecitos disfrazados de paramecio limón, los probadores de comidas, las danzantes alucinadas, y sobre todo los periodistas de editorial único, de como risa. Resulta naturalísimo. Parece diseñado por los Monty Python. Pero el chiste muere cuando recuerdas que Torra también ha sido invitado por el Martin Luther King Jr. Research and Education Institute para impartir en el Stanford Humanities Center de la Universidad de Stanford (California) una conferencia dedicada a los derechos civiles y la autodeterminación. Justo ahí termina la gracia. Cuando recuerdas que los sucesivos gobiernos españoles han caminado de perfil mientras los nacionalistas catalanes dedicaban sus días a enmierdar la reputación de todos. Estábamos seguros de que nadie creería a estos chiflados, o como me explicaba la eurodiputada Teresa Giménez Barbat, «de que nadie en su sano juicio, y menos aún políticos instruidos, compraría tantas mentiras. Y fue un gran error». Recuerdo al respecto la conferencia en Columbia, allá por 2015, del Astut. Artur Mas habló del colonialismo, dijo We shall overcome, dijo Yes we can y citó al general Washington y al reverendo Martin Luther King y recordó las agresiones contra Cataluña de Felipe V en adelante, dijo Dinamarca del Sur y recordó la Guerra Civil, recordó sus ímprobos esfuerzos para modernizar este hosco país de cabreros y analfabetos, recordó que el pueblo catalán, el pueblo, el pueeeblo, era/es/será uno de los más antiguos de Europa. Tan añoso como el vasco. Tan vetusto y remoto como Panorámix y tan venerable como nuestros primos de Olduvai. ¿Saben una cosa? Fue tronchante. Graciosísimo de puro obsceno. Ridículo si quieren. Pero nadie o casi nadie pio. Antes al contrario el público aplaudía entusiasta la viscosa avalancha de trolas, el jefe de prensa repartía el discurso a los periodistas más aplicados y obedientes, que para algo se los habían traído desde Barcelona, y Mas sonreía. Sonreía como un gatazo satisfecho. Sonreía a la vera siempre a la verita tuya de esos profesores catalanes que desde hace tiempo se emplean en blanquear el golpe de Estado ante la indulgencia y el pasotismo de las instituciones españolas en el extranjero. Luego nos preguntamos por el cachondeo del juez belga, las declaraciones de la fabulosa ministra alemana o los espeluznantes comunicados de esos frívolos politólogos estadounidenses que se declaran partidarios de primar los sentimientos xenófobos de algunos sobre el imperio de la ley y el respeto al juego democrático. Luego lloramos, claro, y no es para menos.