Me estremece la paz de los neutrales. Adormecidos cual rumiante Buda ante el asalto del espacio público en Cataluña. Los tibios, indeterminados, ambiguos, pusilánimes y encuánimes entre el verdugo y la víctima. La equidistante peña que condena la violencia, toda violencia, venga de donde venga, vaya a donde vaya, mejor así, tibiamente abstracta, y que enfrentada al cólera amarillo masculla bueno, lo mismo da quitar que poner lazos. Qué importa si las calles no admiten la politización fuera del periodo electoral. O que esto no sea opinión mía, sino rotunda jurisprudencia. Como explicaba la catedrática en Derecho Constitucional de la Universidad Autónoma de Barcelona, Teresa Freixes, en el artículo de Rocío Esteban, se trata de una «falsa equidistancia», por cuanto quienes los colocan «infringen normas legales» y quienes los quitan recuperan la «neutralidad» de los espacios públicos, pues tanto el Tribunal Superior de Justicia catalán como el Tribunal Supremo exigen que «fuera de campaña electoral el espacio esté limpio de simbología partidista». Todavía parece más alarmante, por lo que tiene de salto al vacío, la complicidad de los cargos públicos. Esos balcones de ayuntamientos con lacito. Ni siquiera hablamos de ciudadanos colonizando el espacio de todos por su cuenta. La embestida tiene lugar con el beneplácito, validación y aliento del poder político. Y qué decir de la actuación de una policía autonómica que será neutral o convendría neutralizar por prescripción democrática y otras fruslerías ligadas al salvamento del Estado de derecho. Los Mossos d’Esquadra, con sus amenazas a quienes limpian de simbología totalitaria las calles, hacen voto diario para la vuelta del 155. ¿Necesitamos recordar que la anterior cúpula está a la espera de ser juzgada por los presuntos delitos de sedición y organización criminal? ¿Qué tal cuando varios agentes fueron sorprendidos camino de la incineradora, con los papeles a cuestas? ¿El presunto seguimiento y espionaje de desafectos al régimen? ¿Las labores de protección en el extranjero a un prófugo de la justicia? ¿El posado de sus mandos delante de un lazo amarillo en el aniversario del atentado terrorista de 2017? Ya que hablamos de yihadismo, ¿no les alarma la negativa de los Mossos a unirse al CITCO, el Centro de Inteligencia contra el Terrorismo y el Crimen Organizado, donde ya comparten sus datos la Guardia Civil, el Centro Nacional de Inteligencia, la Policía Nacional y la Ertzaintza? El totalitarismo puede haber maquillado su apariencia, pero ahora mismo y vestido con camisita amarilla y canesú pardo trabaja para destruir la Constitución. Ciudadanos, limpiemos las calles de iconografía totalitaria antes de que sea tarde. De paso, y tal y como ayer reclamaba Cayetana Álvarez de Toledo, ustedes, políticos constitucionalistas, ¿a qué esperan?