Se habla mucho de las consecuencias deplorables del dopaje, pero bien merece subrayarse otra lacra, menos llamativa por cuanto cae fuera de la jurisdicción de la santa cruzada contra las drogas. Hablamos de la demencia. Sobrevenida a muchos atletas dedicados a competir en disciplinas especialmente violentas, fútbol americano o boxeo. Estrella de la primera, iconoclasta, burlón e inteligente, masacrado por una demencia de origen dudoso, fue Alex Karras. Apodado El pato loco. Apartado en su día de los estadios durante un año por apostar. Como recuerdan hoy muchos, tras su reaparición, y en calidad de capitán de su equipo, el árbitro le dio a elegir cara o cruz antes de arrancar el partido, por aquello de elegir campo, etc. Su respuesta, «Señor, no me está permitido jugar», revela su capacidad para transformar el infortunio en broma y reírse de todo, comenzando por él mismo.

Nacido en 1935 en Gary, Indiana, hijo de inmigrantes griegos, Karras desarrolló pronto unas condiciones físicas insuperables. Era un gigante flexible. Un león bondadoso. Prefería jugar como defensa. Combinaba sus grandiosas demostraciones sobre el tapete artificial con estampidas de búfalo, movidas diversas, peleas y arrebatos. Fue un carismático jugador universitario y un elemento radioactivo para los entrenadores, acostumbrados a que los chicos obedecieran sin rechistar. Ya en la NFL, tras un exótico tránsito por la lucha libre, fue estrella de los Detroit Lions. En 1963 le sancionaron por apostar en la liga. Regresó al cuadrilátero. Volvió a la NFL. Fue seleccionado varias veces para el equipo ideal del campeonato. Incluso los eligieron como uno de los grandes jugadores de la década. Se retiró en 1971, con treinta y cinco años. Incapaz de soportar las presiones del deporte profesional. Dispuesto a seguir dando guerra por otras vías.

Estrella del programa de Johnny Carson, uno de los pioneros legendarios de los late night shows, actuó en Paper´ lion y a punto estuvo de participar en El padrino. Los setenta lo verían junto a Mel Brooks en Sillas de montar calientes (1974); ejerciendo de comentarista deportivo para ABC, donde fue muy celebrado su estilo alegre, ácido sin bilis, un punto ácrata, que no le impedía analizar con gusto los mecanos del juego. Bufón vocacional, en 1982 actuó en Porky´s, aquella comedia de trazo grueso, Victor Victoria y, fundamentalmente, en Webster, comedia de televisión sobre un matrimonio blanco donde el papel de la esposa le correspondió a la propia mujer de Karras, Susan Clark. Recordarán, si la recuerdan, que el argumento giraba entorno al niño negro que habían adoptado, interpretado por Emmanuel Lewis. Comedia blanda, suave, familiar, muy alejada de las ambiciones y calidad que caracterizan a la mejor tv actual y que cosechó ricas audiencias.

Incapaz de someterse a la coacción de una única disciplina, escribió libros. Dos,de memorias, en los que destaca su capacidad para sacarle punta al mundo y discutir sus bromazos. Deportes, cine, apuestas ilegales, platós, divas y árbitros, entrenadores, ejecutivos y productores pasean en esos dos volúmenes, Even big boys cry (1978) y Tuesday night football (1991). Enfermo principios de siglo, formó parte de la denuncia colectiva contra la NFL, presentada por más de dos mil jugadores. La acusan de no proteger a sus jugadores ni durante el juego ni años más tarde, cuando los cerebros, machacados como uvas, acaban rotos y sus propietarios en el trastero. Una insuficiencia renal ha terminado con su vida a los setenta y siete años, pero hacía ya mucho que por su mente sólo circulaban los pálidos caballos del olvido.

Julio Valdeón

© Julio Valdeón Blanco / Diseñado en WordPress por Verónica Puertollano (2012)