Nuestros cómicos carecen de bula. La saña contra las tablas no nació tras el No a la Guerra, aunque nutrió el veneno. Recuerden al ministro Wert, que pasó de los Goya. Fernando Fernán Gómez, en El viaje a ninguna parte, preguntaba «¿dónde está el maná de los cómicos? ¿En qué tierra caerá que sea nuestra tierra? Nosotros no somos de ninguna parte. Somos del camino…». Por más que lo descubriera joven Jardiel Poncela, aquel pelirrojo genial conocía las trampas de un oficio en el que vales lo que tu último estreno. Veteranas del oficio, y del camino y la legua, son Lola Herrera y Concha Velasco. Les han dado un premio gordo, grande, solemne, y ellas lo han recibido con la delicadeza de quien probó oro y fango, los gallineros boca abajo y el teatro vacío, el champán y la taquilla hueca. Lo han sido todo, de Carmen Sotillo a Serafina Delle Rose, Petra Von Kant y Hécuba. Con ellas, curiosamente, no asistimos al habitual descorche de navajas. De puro buenas, inteligentes, sabias, las aman incluso lo mamíferos más recalcitrantes de un país en permanente cabreo. Sus trayectorias resumen dos tercios de siglo. Nacidas en los treinta. Hijas de la posguerra. Muchachas deslumbrantes en aquellos cincuenta. Estrellas en los sesenta/setenta y grandes señoras del cine y el teatro desde hace treinta tacos, como Terele Pávez, Pilar Bardem y algunas, pocas, otras. Conocieron el teatro grabado para la tele, que aquello, por pobres que fuéramos, parecía la BBC. Han interpretado a Delibes, Williams, Blasco Ibáñez, Zorrilla, Olmos, Galdós, etc., y actuaron a las órdenes de Berlanga, Pou, Mercero, Camus… Vanguardia, denuncia, griegos y norteamericanos, teatro psicológico y socialrealismo, canción ligera y cante jondo de las tablas, frente a la cámara, que dominan porque del oficio hicieron un calambre. Ese látigo del que hablaba Capote y que, ellas mágicas, transforman en viento. Uno no actúa por la fama, el dinero, las revistas, sino porque le quema dentro, porque busca una voz y encuentra miles, las vidas inventadas que en manos de actrices tan rotundas se hacen carne.