Renfe elimina trenes. Una limpia de nombre reajuste. El uso inguinal de ciertas palabras, eufemismos que ocultan vergüenzas, está muy estudiado. Fuego amigo es un bombazo en la chola de tu ambulatorio. Crecimiento negativo, irse al carajo. Los brotes verdes, de cicuta. Control del déficit, la nana del terror que le cantan las madres a los niños para que cuando crezcan compren billete a California. Sorprende más que nadie proteste por la justificación pecuniaria. Que si esta línea había que subvencionarla y también la otra. Nadie dijo que Renfe tuviera que dar beneficios. Sería estupendo pero, qué cosas, es un servicio público. Público, no púbico, y por tanto no sujeto a las depilaciones láser con las que nos castigan. Excepto sin alguien plantea privatizarla, esto es, plantar un par ERE como quien dirige Telemadrid y luego, vaciada de trabajadores pelmas, de esos con antigüedad o contrato, pero con la infraestructura reluciente, sacarla a concurso. Entre los compañeros de pupitre que pasen a dirigirla y los ex-ministros adosados en ventanilla, todos amigos.
El arribafirmante no sostiene que haya que estrujar la vaca pública hasta que nos ahoguemos perseguidos por la Bestia, los Cuatro Jinetes y el resto del mariachi, pero sí pediría, modestamente, que alguien objete la oportunidad de eliminar las líneas que usamos en provincias para luego descorchar trenes bala cuyo billete cuesta lo que un licenciado en telecomunicaciones gana en siete días currando. Obligatorio enjuagar la ranchera del gasto público, pero también alcanzar un acuerdo respecto a la justicia de mantener engrasada la gestión pública de sectores estratégicos que garantizan igualdad de acceso y universalidad. Lo que no tiene un pase es que a cualquier objeción respondan como en el legendario chiste de Chumy Chúmez, aquel en el que un político gritaba desde la tribuna: «¡O nosotros o el caos!!». «¡¡El caos, el caos!!», contestaba la masa. «Es igual, también somos nosotros».