El austericidio que denuncian Jesús Fonseca o Gaspar Llamazares hociquea en los trenes. En la media distancia, donde RENFE suprimirá servicios «sin que se deje de garantizar la movilidad de los ciudadanos». Con su lenguaje dopado hablan de liquidar la línea Valladolid/Burgos. Entra otras. El consejero de fomento, Antonio Silván, apuesta por, uh, la vocación de servicio público, pero temo que sus palabras sean como las miniaturas de cera que arden en el altar de los grandes brujos. Dudo que en Berlín recen por nuestros trenes. Que quieran garantizar a cuatro estudiantes y dos jubilados el transporte mientras el relámpago de las urnas en sus Länders aconseja seguir disparando. Al grito de que viene el lobo y lo acompaña la prima de riesgo procedieron a esquilmarnos. No contentos, reclaman nuevas amputaciones. Es lo que tiene ser un adicto, que empiezas por un tequila y acabas bajo el volcán en plan Malcom Lowry. Al españolito, que ya lo han convencido de que vivió como si fuera John Pierpont Morgan, primero le subieron el pitillo de la mañana y han terminado por desnudarlo en un puesto del mercado. Abrumado de deudas, hipotecas, despidos, INEM, agujeros, clases de religión, verbenas ultras relativas al aborto y jolgorio padre en el laberinto autonómico. Sólo falta liquidar el ferrocarril, acaso porque como sostenía alguien, ¿Umbral?, los del 98 escribieron lo que escribieron gracias a que viajaban despacio y estudiaban el paisaje. Sin necesidad de comprar billete porque tampoco hay donde trabajar, postrimerías de una primavera muy triste, contemplamos desde la ventana como levantan la guillotina y aguardamos turno sin que nos lloren los corderos. Las campanas ni idea, pero el hacha dobla por ti y por todos tus compañeros.