Dos profesores de Salamanca, Miguel Ángel Huerta Floriano y Ernesto Pérez Morán, coordinan un estupendo libro sobre el cine del tardofranquismo. No relativo a los Saura, Erice, Franco o Querejeta, sino a la comedia ligera, carpetovetónica… CASPOSA. Un libro importante: frente a las fintas de los citados francotiradores, películas como La ciudad no es para mí, ¡Vente a Alemania, Pepe! o Zorrita Martínez nos recuerdan de qué hablamos cuando hablamos de aquel cine. Uno protagonizado por actores mayúsculos, Alfredo Landa, José Luis López Vázquez, Tony Leblanc o José Sacristán, y también por estrellas extravagantes, caso de Gracita Morales o Paco Martínez Soria. Un cine de consumo, leve, estimable por la burla y la precisa capacidad para situar los conflictos de entonces, el choque boina/bikini, campo/ciudad, etc., pero también, cuidado, de mínimo valor artístico. Si alguien duda, haga la prueba y pase una de esas cintas a un amigo extranjero. Ni contexto ni leches. Resulta obvia la razón por la que la dupla Peter Sellers/Blake Edwards explota en pantalla, sin importar la edad o pasaporte del espectador, mientras sonroja la formada por Lina Morgan/Mariano Ozores: El guateque es una joya, La descarriada una mierda. Sólo desde la nostalgia, o desde un necesario afán historicista que tiene menos que ver con el placer que con la necesidad de fotografiar nuestro pasado, por mucho que apeste, reivindicamos el estudio de lo definido con precisión visionaria por Juan Antonio Bardem en aquellas Jornadas de Salamanca: «El cine español actual es políticamente ineficaz, socialmente falso, intelectualmente ínfimo, estéticamente nulo e industrialmente raquítico». ¡No imaginaba que lo peor estaba por rodarse! Sólo desde el narcisismo o la ceguera gritan algunos que el cine español actual produce arcadas. ¿Olvidan Cateto a babor o No desearás al vecino del quinto? Qué piensan, que pueden compararlas con Lo imposible, No habrá paz para los malvados, Grupo 7, Pa negre o Celda 211? Añoran su lejana juventud, aprieta el alzheimer, lo entiendo y me apiado, pero ya vale.