Ladran los tertulianos porque Ada Colau define a los banqueros. Algunos son honrados, gritan. No generalicen, claman. Tradicionales reyes del panfleto, barqueros del infundio, pasean a la activista. Gracias por lecciones, folks, pero ya sabemos que hasta Tony Soprano disponía de tiernos lugartenientes que amaban a los gatos. Recuerdo que Zapatero indultó al pobre Alfredo Sáenz de la minucia de haber presentado una denuncia falsa. Qué me dicen de aquel otro que regularizó unos euros perdidos en Suiza pagando una multa de doscientos millones. Anticorrupción lo había demandado por delitos contra la Hacienda Pública y falsedad documental, pero el hombre sacó el cheque y, loados sean los dioses, sigue al timón, velando por nosotros. Es en este país de sainete que las dos entidades bandera de Castilla y León, reunidas en un Titanic llamado Ceiss, han sido valoradas en menos doscientos ochenta y ocho millones de euros. Coincidiendo con tan fastuosa noticia los afectados por el fraude acampan frente a las entidades. Me lo explicó hace unos años alguien que trabaja en los juzgados. No imaginas el drama, dijo. Familias que pagaron siempre, sin rastro de morosidad, pierden el trabajo y tenemos que echarlas. Se van a la puta calle endeudadas de por vida. Será porque no se informaron, explican los valientes columnistas, no leyeron las clausulas, fueron avaros, los cegó la codicia y encima ahora quieren perder la casa sin responder por los daños causados. En un país donde el número de morosos era similar al de Europa la avalancha de la crisis, el meteorito del ladrillo, ha expulsado del sistema a millones. Según el contrato debíamos rescatar al banquero minutos antes de que nos desahuciara. Cuando la ley es injusta hay que rebelarse. Al reverendo King, en España, lo hubieran llamado populista. En Alabama y Mississippi muchos lo hicieron.