En Valladolid salimos a 15 manifestaciones semanales cuando la delegada del Gobierno en Madrid solicita fustas, mano dura, con los antisistema. Que por lo visto somos todos. Bailamos sobre un cráter. Asomados al ojo del abismo, corremos sonámbulos. Somos pollos descabezados cocidos por décadas de dulce abulia y un cierto narcisismo que acaba en las puertas del matadero. Comentaba el otro mi primo que así como Holywood patentó al hombre sin pasado, Clint Eastwood en El jinete pálido o John Wayne en Centauros del desierto, nuestros cineastas pedalean a cinco minutos de retratar al hombre sin futuro. Acuñarán un paradigma punk sin imperdibles. Cuando el banco tísico, rescatado con nuestro parné, proceda a desahuciar al hombre solo, sin futuro o atributos. Siempre que haya cine. O sea. Con la condición de que no cierren las salas bajo el yugo del IVA. Un 21% que, mira por donde, nunca perdonaron en los discos: objetos de lujo, no cultura, según nuestros contables. Entre tanto Pucela, a la manera de Madrid, se ha transformado en manifestómetro local. Ahí viven los cientos de asesores a dedo, los gerentes de las regalías, los comisarios políticos, los jefes del negociado y secretarios. También, hasta que el viento arrase, se encuentran las sedes de muchos periódicos. Normal que buscando la máxima amplificación se elija el rompeolas de la capital. Dirán que molestan. Hombre, a ver, de eso se trata. Hay que ladrar como chacales apaleados en mitad de la calle. A ver si sulfurando lo cotidiano, el orden municipal, le damos la vuelta. Hay que gritar hasta astillar la voz no en un aparcamiento a las afueras, entre las circunvalaciones y el infierno, como quisieran los finos analistas, sino en las plazas. Responsables de la seguridad, guardias de y/o maletín y porra, invocan el libre derecho de circulación. Desglosan los problemas del pequeño comercio. Los atascos. A qué tanto sofoco, caballeros, si jugamos con naipes marcados y el tapete ardió hace mucho. El pobre morirá pobre, ¿no? Entre tanto Leonard Cohen ha derramado en Madrid la copa de las traiciones. Escuchen al canadiense. El juego terminí y caminamos en andas hacia la bancarrota, la intervención pastoreada por los brujos, el puto minijob. O el aeropuerto. No queda otra.