Los enamorados de la música estadounidense andamos sin aliento. Durante horas los informaciones decían que Vic Chesnutt, el cantautor de la silla de ruedas, discípulo de Michael Stipe, autor de melodías tan oscuras como luminosas, se había suicidado. Posteriores informaciones, confirmadas por Don Wilkie, el copropietario de la discográfica donde graba, Constellation Records, lo devolvieron al mundo de los vivos. «Vic se encuentra en mitad de una difícil condición médica, está en coma, y sus amigos y familiares se encuentran con él». Pero pasada la medianoche española su maltratado cuerpo dió un capotazo. Fundido a negro.
Nacido en 1964, parapléjico desde que sufriera un accidente en 1983, le cabe el honor de haber protagonizado el revival folk rock a principios de los 90. Antes de que irrumpiera la impagable hornada de joveznos influenciados por Hank Williams, la Carter Family, Dylan, Cash, The Band, Springsteen, Townes Van Zandt…, antes de los Bright Eyes, Calexico, Arcade Fire o M. Ward, él ya cantaba por los bares de Athems, Georgia, donde Stipe lo descubrió e invitó a grabar un disco. Chesnutt practica una suerte de canción austera, de raíz acústica y sonido gélido, donde crepita el fuego azul de unas historias bien trabadas. Con pupila fotográfica y gusto, buen gusto, disparó romances de hielo, aullidos que saben a otoño, callejón nevado y gasolina. Posteriores entregas amplian la paleta: añade distorsiones eléctricas que demuestran conocer las lecciones de Neil Young. Tras Little (1990) y West of rome (1991), Chesnutt fue protagonista de un celebrado documental, Speed racer (1992) estrenado en Sundance, y en 1996 su estatus de joya semienterrada cambió cuando diversos admiradores, de Madonna a R.E.M., los Smashing Pumpkins o Garbage, le rindieron tributo en un disco donde versionaban sus canciones, y cuyos beneficios fueron destinados a una fundación dedicada a ayudar a músicos con minusvalías. Discos como Drunk (1994), Nine hight a pallet (1995), el seminal Is the actor happy (1996), o The salesman and Bernardette (1998) consolidaron una carrera que en los últimos 10 años ha dejado obras memorables.
El pasado 26 de octubre el cantante ofreció un concierto en el Bowery Ballroom de Nueva York. Con cuentagotas, frente a un público hechizado por sus versos, paseó por entre campos de muertos y ríos color burdeos, con la fuerza de quien ha bordeado mil veces el valle de Josafat, siempre perseguido por los diablos de la depresión (que se había tratado consumiendo diversos estupefacientes y desarrollando un notable apetito por el alcohol), y hasta ahora, siempre triunfante.