Hace 47 años, Martin Luther King compartía en el Lincoln Memorial su sueño de igualdad. Ayer, el Tea Party reunía a miles de personas en el mismo lugar por unos ideales opuestos a los de King.
El Tea Party, grupo ultraconservador que aspira a recortar impuestos y tumbar la reforma sanitaria, entre otras cosas, llamó ayer a los estadounidenses a manifestarse bajo el lema «Restituir el honor». Y aunque hace años que el Servicio Nacional de Parques no da cifras, parece sensato aventurar que eran decenas de miles los congregados en Washington por el colectivo que rinde homenaje al motín del té de 1773, precedente de la Guerra de Independencia. Canciones gospel, gaitas irlandesas, America the beautiful y God bless America se encargaron de emocionar a un público inflamado bajo el sol carnívoro. La caravana coincidió con el 47º aniversario del legendario discurso. Y en el mismo espacio donde en 1963 el reverendo compartió su sueño, hablaba ayer Glenn Beck, mormón, locutor de radio y televisión, con unos ingresos anuales de 33 millones de dólares. Y habló para presentar a la gran esperanza de la América conservadora frente al impío Obama: la sonrisa republicana de Sarah Palin. «El secreto para resistir contra el tiempo es tener a Dios y a una buena esposa a tu lado», comenzó Beck. «Este país ha pasado demasiado tiempo concentrado en sus cicatrices. Hoy hablaremos de sus virtudes, de lo que hemos logrado y de lo que conseguiremos mañana», añadía, para presentar «no a un político, sino a una madre con un hijo en el Ejército: Sarah Palin».
«Como madre de un soldado podrás decirme lo que quieras, pero yo crié a un guerrero. Hoy honramos a todos los que luchan fuera por nosotros». Así inauguraba Palin su discurso, aupada por una enorme ovación. «Debemos restaurar América y restaurar su honor», solicitó, aupada por la ovación. «No se trata de transformar América, como algunos querrían, sino de devolverle su honor», dijo, para luego explayarse: « ¿Quién paga el precio de la libertad para que la disfrutemos? Soldados como Marcus, que en Afganistán, él y sus compañeros se enfrentaron a una decisión: liberar o ejecutar a unos sospechosos que podían ser inocentes o colaborar con los talibán. Optaron por dejarles ir, la opción de la misericordia, la única americana. Una hora después eran rodeados por 100 talibán. Sólo Marcus sobrevivió».
A estas alturas la explanada era un ente colectivo, un inmensa mancha humana unida por la «fe, la caridad y la esperanza», según el lema acuñado por Beck e inspirado, dice, por Dios. «En honor a su gesta», solicitó Palin, «en recuerdo de tantos soldados, peleemos por nuestro honor. Dios bendiga América». «Éste no es el espíritu que yo vi hace 40 años», comentó Roger Wilkins, veterano de la marcha del 63 a The Washington Post. «Esto es sólo un truco para conseguir titulares… Beck no suena como una persona que busque cohesionarnos, y desde luego el discurso del Tea Party nada tiene que ver con King, que, además de por la igualdad racial también luchó por la justicia social». «Me da igual lo que digan esos socialistas», contrarrestaba Mike, un jubilado que había viajado desde Alabama con su esposa y su nieta para asistir al acto. «Beck y Palin luchan por América y estoy orgulloso de haber vivido este día. Como el propio Beck ha dicho, es algo que podremos contar a nuestros nietos».