En un país llamado España unos pájaros negros discuten el juego de su selección. El falso 9. O la ausencia de uno. O la alineación del incorrecto. Del Bosque y el doble pivote, la flor en el culo, la falta de punch. Toda retórica funciona para quemar con ácido la gesta irrepetible. No importa que el equipo sea el menos goleado y el máximo goleador del torneo, el que más posesión disfruta, el que más chuta a puerta y el que menos disparos recibe, imbatido en una fase final desde la derrota contra Francia en 2006, campeón de la Eurocopa en 2008, del Mundial 2010 y, ya, finalista de la Euro 2012. A un salto, uno, de alcanzar su tercer entorchado consecutivo. Lo nunca visto excepto para quienes olvidan que necesitamos un siglo para cosernos la estrella al pecho. Niegan lo evidente, que desde el Brasil de Pelé, Jairzinho, Rivelino, Tostao, Gérson, Clodoaldo o Carlos Alberto, allá por el 70, no surgía una escuadra tan bella y dominadora. Italia ha abandonado el catenaccio ante el espejo del tiqui-taca fulgurante. Es como si nunca hubieran existido los cuartos de final, las pifias de Cardeñosa y Arconada, el ridículo del 82, el penalti de Eloy o el codo de Tassoti.
Los carroñeros ni siquiera aman a Casillas, mejor portero del mundo, hijo adoptivo de Navalacruz (Ávila) y Ángel de Móstoles al que sólo le falta un poema de Alberti. Les jode hasta su novia, la guapísima Sara. Olvidan que frente al pelotón, como el coronel Buendía, Íker saluda al hielo. Después ruega a las ánimas para que no amanezca. Le va la marcha, la pasión del corrido que canta al más valiente. Mañana al abulense/madrileño lo acompañan sus pretorianos, un ejército tan barroco como punzante. Durante cuatro años han tocado un rock platónico. Los rivales husmean sombras, ciegos de tanto perseguir la quimera de un juego que tiene en Xavi y Xabi, Busquets, Alba, Iniesta, Cesc, Navas, Pedro, Piqué, Ramos, Silva y cia. a sus sagrados capitanes, dueños de una aventura que ni el crack ni los listos podrán amargarnos.

Julio Valdeón

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