Nos parecía estupenda, incluso finísima, la ordenanza pucelana contra el vandalismo. Hasta que a los municipales les dio por castigar a los mendigos. Cuando lo leí pensé que iban a por los escritores. Después, comiendo un dónut, he comprendido que no, que de un poeta no hay chicha que roer y bien lo saben. Su objetivo tampoco son, en principio, los menesterosos centinelas de la mierda a ras de suelo, a quienes nuestros guardias sacan tarjeta amarilla e informan luego de los grandes descuentos en servicios sociales. Castigados con multas de hasta setecientos cincuenta euracos, van a por los zascandiles que imantados de desesperación picotean peatones con la murga del hambre y otras cosas innombrables. Ya está bien que los correveidiles, encima gitanos y/o rumanos, que hay que ser recalcitrante, vayan de vecino en vecino pidiendo una limosna por dios, una limosna.
Encuentro curiosas reminiscencias de otro tiempo, menos amable, en ese perseguir al pobre de solemnidad al que ya ni siquiera Berlanga sienta a la mesa del rico. Condecorados de raspas radioactivas, liendres putrefactas y pulgas famélicas, nuestros mendigos son los nuevos negros de la manta, manteados manteros por un servicio público que no pasa una y ha resuelto recaudar hasta en el vertedero. Asunto pasmoso por cuanto uno se pregunta como carajo piensan cobrarles. Acaso encuentren su dirección bajo el puente de hierro. Claro que como decía el filósofo el Estado nació para imponer multas. Una solución para embridar a la ciudadanía e ir financiándose, ahora que se nos ha roto el juguete de las Cajas, con lo apañadas que resultaron. La medida recaudatoria cobra más sentido si atendemos al momento glorioso de España, con la mitad del país en el paro y la otra en la escalerilla del avión, descontado el tanto por ciento que tiene la cabeza en el horno. La subida de impuestos no funciona, aquí nadie consume y sólo vale descorchar mendigos. A fin de cuentas quien más quien menos acabaremos bajo el pórtico de una iglesia o gimoteando por el pasto cual buhoneros indios, si bien con menos santa paciencia que el hindú medio. Convendría que este último dato lo retengan nuestros gerentes. Básicamente por si del 15M saltamos al 2 de mayo.