Durante la eterna posguerra nada asustaba más a las madres que escuchar aquello de Máma, voy a ser artista. Imaginaban a la criatura en Chicote, dejándose meter mano por la crema de la intelectualidad, acodada en Chicote. O enseñando muslo junto Celia Gámez. Lo usual era que acabara como vicetiple o fregase escaleras. Hoy, el viejo anatema se ha actualizado. Algo así como Mamá, esto, uh, verás, lo que yo quiero es ser, glups, periodista. Si lo escucha, marque el Teléfono de la Esperanza. Escriba al Defensor del Menor. Peregrine a Santiago y de rodillas. Antes deshollinador. Conductor de diligencias. Monja alférez. Bombero torero y olé.
No es oficio para cínicos, dejo escrito Kapucinsky cuando se recicló en crepuscular gurú. Error. En apenas un lustro, han masacrado el oficio las sucesivas crisis: recuerden que hay una, del papel y la publicidad, previa a la Gran Crisis. Descontados algunos gerifaltes, los trincones con camiseta de un partido, los agitadores y bufones de platós y radios, no hay hueco. Entre los nuevos, sólo los cínicos entre los cínicos, los que ensucian la profesión vomitando columnas jarrapellejos, sobrevivirán. Al resto le espera un suntuoso futuro tipo pianista de un burdel. Exiliado o mendigo.
Para denunciar la ruina la gente del gremio ha salido a la calle. Sin periodismo no hay democracia, igual que en las dictaduras tampoco hubo ni habrá periodismo, pero en la coyuntura actual pintan bastos. España huele a naufragio, goma quemada y camposanto. Si nadie leía antes imaginen ahora, desperrados, acostumbrados al (muy relativo) gratis total que brinda internet y el éxito de medios como Huffington Post. Que acumulan oro a base de añadir artículos ajenos. Por la vía del blog tampoco sonrían: ombliguistas en un 99%, tienen mucho de acuarela o dietario y cero de reporterismo. Que no es otra cosa que arañar la realidad, buscar citas, datos, cifras, para informar. Por eso, por agradecimiento y porque si el oficio palma muere la democracia, rezo para que los medios aguanten el tsunami.