Por explorar el imaginario infantil y pelar como nadie el cascarón de los miedos y embrujos del niño, pocos autores bucearon más lejos que Maurice Sendak. Zahorí del terror cercano, los sótanos del inconsciente y el soplo de la imaginación, ha fallecido en a los 83 años. Arrastraba las secuelas de un infarto y hacía cuatro años que había perdido a su pareja de siempre, el psicólogo infantil y crítico de arte Eugene Glyn. En el corazón de los enamorados de la literatura centellea su inabarcable, capital, Donde viven los monstruos, un cuento en apariencia sencillo pero que admite todas las relecturas e interpretaciones, y las derrite. Desde su publicación en 1963 ha vendido millones.
Hijo de inmigrantes polacos, para entender a Sendak hay que aludir al Holocausto: buena parte de su parientes fueron asesinados en los campos de exterminio. Los pocos tíos o primos que lograron salvarse rendirían periódicas visitas al hogar familiar. Gente desconcertada, herida, que asustaba al pequeño Sendak por su gutural pronunciación del inglés, sus torpes muestras de cariño y sus cicatrices, visibles o no.
Con ese equipaje, con el súbito e indeleble conocimiento de la maldad y sus víctimas, más el añadido de enfermedades sucesivas, que lo postran en la cama y lo empujan a refugiarse en los libros, Sendak recibe el impacto añadido de contemplar los clásicos fundacionales de Disney. Nace así la decisión de ser dibujante, que con los años será también la de hacerse escritor. Ilustrador prodigioso, de paleta y boceto falsamente antiguos, nunca recurrió a las orondas moralejas como narcisista coartada de adultos desorientados. Creía en la inteligencia del niño, en su capacidad para apechugar con la fealdad del mundo sin necesidad de aplicarle tontos lazos de caramelo. Militaba, en fin, en la idea de que los mejores cuentos lo son porque no desprecian la capacidad infantil para penetrar jardines tenebrosos, su violencia y grandeza, su soledad libertadora, su empatía.
Ilustrador de más 60 títulos, autor de obras como el muy polémico y decisivo La cocina de noche, había iniciado su carrera en los 50 trabajando para la editorial Harper. Influenciado por los grabados clásicos del XIX, sus dibujos estaban lejos de la pringosa moda de la época y bebían por igual de Hansel y Gretel, William Blake o las vanguardias. Su escritura profundiza en una veta visceral, trabajada y libérrima, que presenta un universo infantil más rico, por auténtico.
Ganador de premios como el Hans Christian Andersen, el Memorial Astrid Lindgren, el Nacional de Literatura Infantil o la Medalla Nacional de las Bellas Artes, colaboró como asesor en los primeros años de Barrio Sésamo. Fue escenógrafo de óperas y ballets, enamorado a perpetuidad de Melville y Emily Dickinson, y protagonista de varias exposiciones y un documental, Tell them anything you want: a portrait of Maurice Sendak, dirigido por Lance Bangs y Spike Jonze. El propio Jonze, en 2009, orquestó una sensacional adaptación de Donde viven los monstruos, película que expandía, sin manchar, los temas que Sendak habría retratado con pulso soberbio. O sea, la crueldad del mundo, y de los niños, y el juego simbólico mediante el cual proyectan y asimilan sus experiencias propulsados por un chorro de fantasía. La misma que hincha las velas del bote en el que Max sale a buscar sus monstruos, que son los nuestros.
Maurice Sendak nació el 10 de junio de 1928 en Nueva York y falleció el 8 de mayo de 2012 en Danbury (Connecticut, EEUU).