El Rey estuvo en Ávila. Horas antes había asistido al oprobio de contemplar en el Teatro Real a dos señores partidarios del golpe de Estado. Figurinistas que, ojo, tienen derecho a reivindicar sus ideas. Por repugnantes que sean. Asunto distinto sería colgar los ofensivos lacitos de la fachada de un ayuntamiento. O entrevistarse con el presidente en Moncloa luciendo uno. Pero decía. El Rey. En Ávila. A dos semanas de conmemorar la alocución del 3 de octubre de 2017. Para entendernos. El discurso político más decisivo del que hay noticia en España desde aquel de su padre un 23-F. Contra las tentaciones centrífugas, los anhelos de la izquierda reaccionaria y los runrunes xenófobos, Felipe VI estuvo memorable. Los que aspiramos a conservar nuestros derechos políticos, y también los tuyos, conscientes de paso de que el nacionalismo opera como una ideología ponzoñosa, partera del fascismo, madre totalitaria, consideramos ese 3 de octubre como una de las fechas indispensables para la subsistencia de la democracia. Recuerdo que nada más acabar la conexión llame a mi madre y, con gran estupor por lo que yo mismo estaba a punto de decir, susurré Viva el Rey. Viva. Sí. Mientras el bipartidismo pactaba con los enemigos de la Constitución a cambio de ricos votos y golosos favores, mientras la izquierda continua encelada en su afán por presentar el identitarismo como una cosmosivión respetable, un hombre, un rey constitucional, jefe de Estado de una monarquía parlamentaria, puso su trono en juego para reivindicar la ley. La ley como coto a la odiosa tiranía. La sacrosanta rule of law que garantiza la libertad individual frente al capricho de los sujetos escogidos. La indispensable, bendita rule of law que impide que nadie, ni un Rey, ni un presidente de una comunidad autónoma, ni un juez, ni siquiera una mayoría social, imponga su voluntad por encima del ordenamiento aprobado por todos. La rule of law. O sea, el Estado de derecho. Frente al fascismo posmoderno y sus coros mariachis. Que sueñan con destruir lo conquistado desde el final de la II Guerra Mundial. Empezando por España y acabando en Europa, y viceversa: tanto monta.

Julio Valdeón

© Julio Valdeón Blanco / Diseñado en WordPress por Verónica Puertollano (2012)