Imagino que lo han leído. El adelanto de los próximos capítulos del proceso revolucionario financiado por todos. Lo exhibe el periódico del régimen, La Vanguardia, centrándose en Torra y su discurso del próximo 4 de septiembre en Barcelona. O referéndum o ruptura. Quiero decir. O ruptura del orden constitucional mediante la convocatoria de un referéndum a todas luces ilegal o ruptura sin lubricante ni coartadas. O ruptura o ruptura. No va más. Parece que Torra también comenta la desobediencia a los mandatos judiciales al tiempo que apuesta por nuevas y esbeltas movilizaciones norcoreanas. Aunque lo más probable, y así lo intuyen algunos de los más agudos comentaristas de la realidad política catalana, es que las ambiciones del presidente en funciones, o presidente por accidente, sean un punto menos épicas. Los tiros irían más bien por forzar, mediante performances y etc., «un cambio radical en la calificación provisional que la Fiscalía haga de los delitos a la apertura del juicio oral» (Alejandro Molina dixit). Como recuerda el siempre lúcido Molina tampoco sería la primera vez que se intenta un enjuague: ¿o acaso hemos olvidado el precedente, análogo aunque menor, de la tuberculina? Entre eso y que el gobierno respalda a los jueces con evidente despliegue de náuseas sobraría para que los arquitectos del asalto a la democracia abandonen la cárcel por la puerta grande. Luego ya está la hipótesis de sacar a Junqueras y cía. por las bravas. Si total tenemos las llaves. Pero para eso les falta coraje. Mejor la sutil vía constrictora y el alegre cromado de unas peticiones de condena que podrían diluirse mediante las correspondientes órdenes a los fiscales. Ajá, nada de esto está escrito en piedra. Tiempo y recursos hay a disposición suya para que el gobierno ampare a nuestros jueces y garantice su autonomía, y su pellejo, y hasta el cumplimiento de la ley. Pero será que en el citado artículo leo que «el presidente tiene claro que para alcanzar la independencia tiene que pedalear asumiendo todos los riesgos», o que planea «poner sobre la mesa de Pedro Sánchez su ultimátum», será que encuentro estos y otros exabruptos y en Moncloa nadie chista, como si no hicieran compatible la enesima amenaza de insurrección con el lenguaje puramente mafiosi, como si no fueran lo que parecen, la crónica de un golpe anunciado, y en fin, será y che sarà, che sarà della mia vita, chi lo sa, que empiezo a temer la traición definitiva y, en triste consecuencia, la derrota de los libres e iguales.