Las declaraciones y acciones de sus líderes en Barcelona entierran un movimiento que nació obrero y putrefacciona indefendible. Que el señor Javier Pacheco, secretario general de CCOO en Cataluña, detecte «elementos de represión e involución democrática» en la actuación del Estado demuestra que el mal tiene cruda solución. Ni untado en la melaza de una equidistancia inasequible a la decencia venden la moto de unos sindicatos postrados ante la burguesía supremacista. Y si el supuesto equilibrio fuera auténtico, si se creen sus consignas, si piensan que en España hay presos políticos y defienden que algunos gobernantes leviten por encima de una ley que consideran arbitraria y hasta pueden saltarse la Constitución y las resoluciones judiciales, y les parece fetén la discriminación lingüística de la mitad más frágil, la conversión de la policía autonómica en instrumento de lucha política y etc., todavía peor. Aquí, o estás con la democracia o con el totalitarismo soft. O apoyas a tu gente, secularmente ignorada en los cinturones industriales y los barrios de inmigrantes, o bailas el agua a los señoritos que el domingo en Pedralbes juegan a guevaristas de mierda. O peleas por la igualdad o comulgas con la amarga rueda de molino de un nacionalismo que habla de la Europa de los pueblos, fruto de románticas mitologías, leyendas artúricas y privilegios fantaseados por la pseudohistoria, mientras que la Europa actual, con todas sus arritmias, nace de la Ilustración y la revolución francesa y, cómo no, de la experiencia acumulada tras dos guerras mundiales con tanto que agradecer al bacilo nacionalista. Vendidas al mejor postor, traidoras a su historia, huérfanas de principios, carcomidas por el cálculo electoral y empeñadas en congraciarse con la mitad xenófoba de una comunidad autónoma mientras torea la santa incomprensión de los afiliados madrileños o extremeños, las organizaciones obreras, que uno todavía asocia con gigantes como Marcelino Camacho, firman su entierro anticipado. Cuando el secretario general de UGT de Cataluña, Camil Ros, explica que «Estamos aquí porque creemos que es el momento de los puentes y no de bloques» y compruebas que no se le cae la cara de vergüenza, que habla en serio, que no te vacila ni asistes a una performance, que los puentes son con Pugidemont, Mas, Torrent o los Pujol, y que los bloques, pedreas y piedras van dirigios contra los constitucionalistas, es el momento de llorar por lo que un día amaste y a otra cosa. A la causa de la libertad y los derechos de todos los españoles, por ejemplo.