«Hablando de regalos, Elvira [Lindo] me acaba de pasar este texto apasionado y admirable, tanto en su amor por la música como en su erudición: «Especies que desaparecen», de Julio Valdeón Blanco»
Antonio Muñoz Molina, 5-1-11

«He aquí un muchacho que leyó y viajó y que escribe. La suma elegancia de su rabia. Y ese hondo respeto por los viejos, que es lo que luego le permitirá patearlos hasta la fosa común.»
Arcadi Espada, El Mundo por dentro, 3-1-11: Un muchacho entre cafres

«De Valladolid también, viviendo en Harlem y haciendo vida y crónica en prosa castellana está Julio Valdeón Blanco. Para mí es uno de los mejores periodistas que tenemos en nuestro país».
Montero Glez., La trinchera cósmica, 21-3-10

«La necrología es uno de los géneros más delicados del periodismo. Sobre todo porque de la mayoría de los muertos será la última vez que se hable en el periódico. Dado que es el último titular hay que tener cuidado al cuadrarlo. El cuidado que caracteriza los obituarios de los grandes periódicos. Están los clásicos y célebres de The Times, aunque los ingleses son, en general, grandes maestros en el adiós a la vida. Y justo es decir también que este periódico donde te echo las cartas produce las mejores mortajas de la prensa española, sobre todo si el muerto es un periodista y/o bebedor y las escribe Julio Valdeón desde algún respiradero neoyorquino que eche humo de nieve».
Arcadi Espada, El Mundo, 31-01-09

 

Viscerales (Ediciones del Viento, 2011)

«»El vídeo» es una inteligente crítica al capitalismo extremo, porque, como se ve en el relato, para mucha gente el dinero está aún por encima de la muerte en un supuesto orden de prioridades».
Mario Crespo, Paperblog, 12-1-11

 

American Madness. Bruce Springsteen y la creación de Darkness on the edge of town (Caelus Books, 2009)

«Julio Valdeón Blanco acaba de publicar una espléndida biografía de Springsteen: American Madness. Valdeón es un excelente novelista —El fulgor y los cuerpos, Palomas eléctricas— y ha sabido sintetizar la significación de su vida y de su obra en un libro de bella escritura y muy bien diseñado por Pablo Montáñez y Javier Soler».
— Luis María Ansón, El Mundo, 2-8-09

«Esta mañana me han llegado tres correos, uno invitándome a un desayuno con el lehendakari, un mensaje de Ulises y una carta de Julio Valdeón desde Nueva York preguntándome si me ha llegado su último libro American Madness (sobre el Boss). Estoy loco por leer la prosa de 100.000 voltios de Julio, que hace la mili de escritor en Nueva York; si no lo matan entre los cubos de basura, será uno de los grandes narradores».
— Raúl del Pozo, El Mundo, 18-6-09

«Es un lujo, un placer, leer un libro como American Madness y la creación de Darkness on the Edge of Town. Primero, por la temática del mismo. En esta ruta norteamericana se aplauden iniciativas como ésta, donde se repasa el universo de un disco de rock arrebatador y fundamental. Segundo, por la presentación. Fotografías espectaculares, recorridos visuales que empapan el espíritu y echan más leña a la imagenería rock que cualquier aficionado tiene (…). Tercero, por el autor. Julio Valdeón Blanco, corresponsal de Nueva York para el diario El Mundo y escritor, ha llevado a cabo una empresa fantástica, ambiciosa y apasionada. Un trabajo de periodismo musical sobresaliente».
— Fernando Navarro, La Ruta Norteamericana/El País, 10-6-09

— Darío Prieto, El Mundo, 8-6-09: «Bruce cantaba con sangre en la boca»

«En España no se escriben libros de música como éste. Se editan traducciones de títulos similares, pero insisto, no se escriben libros así. Tan intensos, tan trabajados, tan impecablemente documentados, con tal cantidad de excelentes fotografías. La exquisita edición es el detalle final. Porque American Madness no es otro libro sobre Bruce Springsteen. Es el mejor libro jamás escrito en castellano sobre Bruce Springsteen».
— Javier Pérez de Albéniz, Soitu, 6 -6-09: Un motivo para no ver la televisión

«Sólo podemos quitarnos el sombrero ante su trabajo, intenso, exhaustivo, emocionante y de notable nivel literario, algo que no es muy habitual en el mundo de los libros musicales, con lo que automáticamente se convierte en uno de los mejores libros del género jamás escrito en nuestro país».
— JF León, R’n’R Animal/Onda Cero, 5-6-09

«Un mapa exacto, milimétrico, pero también apasionado, documentado pero también emotivo, cuyas coordenadas ponen a Springsteen en la latitud y la longitud de todas sus referencias (…) Los seguidores del Boss se cocerán en su propio jugo, flotarán en su propia salsa. Los aficionados en líneas generales se adentrará con un cicerone de excepción en una de las obras fundamentales del rock and roll».
— Manuel de la Fuente, ABC, 25-5-09: Viaje a las entrañas de Springsteen

 

Verónica (Algaida, 2008) 

«Las narraciones de Julio Valdeón (…) exploran con crudeza realista exenta de pudor algunos de los aspectos más turbios de la condición humana en la sociedad de nuestro tiempo (…) Con ello Verónica ofrece una escalofriante visión de una realidad oculta en los albañales que fluyen por debajo del cinismo y la hipocresía».
— Ángel Basanta, El Cultural, 8-1-09

«Una travesía entre pistoleros y la pringosa es la que narra Julio Valdeón, que hace el servicio militar de un escritor en Nueva York. Vive de las colaboraciones de El Mundo y de ser aparcacoches. Pasa noches entre homeless, escribe notas en los cubos de la basura, donde también puede encontrarse un muslo de pollo. Ha escrito Verónica, realismo sucio, fruto de su amor con una sicaria colombiana. El Bukowski de Valladolid hace prosa caníbal, bebe champán en los muslos, esnifa cadaverina, alterna con funambulistas pijas y putas rusas de Olivia Valère».
— Raúl del Pozo, El Mundo, 19-11-08

Pilar Ortega Bargueño, El Mundo, 17-11-08: «La novela negra captura el latido de lo contemporáneo»

«Julio Valdeón regresa a la novela con su prosa salvaje y sus argumentos sobre el lado oscuro del ser humano»
José Ángel Barrueco, Escrito en el viento, 12-11-08

«Julio Valdeón Blanco viene, espumoso y galáctico, tan eléctrico, de una «prosa sonajero» —la bobada de Marsé—, espléndida y tenaz, que nace con Góngora, Quevedo, Rubén, ese lumpen aristócrata de la primera cogorza de Barroco español o Modernismo. Valdeón vuelve con novela canalla, apoteósica: Verónica. Abren el texto dos citas para renacer: «Es demasiado tarde, Princesa» (Sabina); «Háblame en la cama, dime pequeñeces» (María Jiménez). Valdeón es todo lenguaje, picantón en el alma, mil festivas intoxicaciones»
Diego Medrano, El Comercio, 28-10-08

 

Palomas eléctricas (Algaida, 2006)

«Palomas eléctricas es la propuesta que lo confirma, la tercera de sus novelas, la más valorada y reconocida por exhibir sin pudor, con empuje y valentía, la ¿abrumadora?, ¿esperanzadora? condición humana; provista de un armazón acorde con la complejidad y el caos del mundo actual y un estilo armado con recursos que demuestran más que oficio. Con intención de registrar los entresijos que retratan duelos humanos siempre repetidos: íntimos y colectivos, personales, laborales, generacionales. De ahí que su autor parezca deudor de quienes tomaron la palabra en nombre de su generación para ofrecer un manifiesto literario de verdades y mentiras. Algo de aquella generación beat agresiva en sus formas, y mucho de nuestros clásicos, del estilo conceptista y barroco, y del realismo poético, atrincherado tras una voz que recorre el ir y venir de tantas vidas por las que hablan muchas voces perfectamente empastadas».
— Pilar Castro, El Cultural, 14-6-07

«Julio Valdeón se fue a NY con lo puesto, buscando a una mujer. Quiso ser un escritor con biografía de novelista. Caminó entre los borrachos cubiertos de periódicos y de setas. No encontró escarabajos borrachos de amor, sí halló una araña que hacía telares; cuando iba a pisarla le entró pena y ella siguió tejiendo la seda de la intimidad como la Scherezade de Las mil y una noche. Julio tiene fobia y alergia a las arañas y, sin embargo, ni la mató, ni se arrojó al vacío entre el huracán de palomas. Descubrió que la araña tenía los ojos verdes, era de color café y lucía un atractivo cefalotórax. Como llegaba a casa cocido de juntarse con hispanos que van detrás de los negros, creyó que estaba al borde del deliriums tremens, pero el médico le diagnosticó, enamoramiento. De eso hace nueve meses y la araña ha tenido cuatro arañitas; él jura que en ningún momento practicó bestialismo insectívoro. También allí hay críticos, guardianes del cementerio, anglo aburridos y suplementos culturales, pero él sobrevive, aprendiendo a escribirSu novela Palomas eléctricas está escrita con una pluma capaz de arrancar los ojos a los cocodrilos. Es una novela coral, urbana, maldita, con muchas historias adyacentes, que convergen en una riada de greguerías y alucinaciones. Describe la repugnante vida provinciana de becarios frenéticos, a sueldo del presidente de la Diputación. Relata la vida de unas adolescencias alargadas hasta la náusea. Unos muchachos ahogados en el campo de concentración de la provincia mientras él sueña con NY, «puta tumultuosa, electrónica y mestiza»
—Raúl del Pozo, El Mundo, 10-6-06

«El decurso natural de las cosas, el paisaje desalentador de lo cotidiano, el hastío como sensación generacional y otros cuantos síntomas más han llevado al novelista y periodista Julio Valdeón Blanco (Valladolid, 1976) hasta el tsunami de su última novela, Palomas eléctricas, publicada por Algaida tras la concesión del X Premio de Novela Ciudad de Salamanca. Una historia plural, coral, escrita con las chispas de un cortocircuito, a un ritmo desenfrenado, en un paisaje de ciudad de provincias, con un puñado de jóvenes que se mecen en el balancín del asco, la anorexia de las becas de las diputaciones, la extensión de la juventud por decreto, las drogas como la nueva oblea sagrada y el periodismo como pasión extrema, como desbarrancadero» (…) Por momentos, Palomas eléctricas es convulsa, por momentos lírica, por momentos sus párrafos están escritos con el tétano de un cuchillo viejo, guarda destellos de sexo desenfrenado y el algodón de los besos dulces como la sangre. Hay delirio en ella, y también una historia: la de un desencanto generacional, el de los compañeros de viaje de Julio Valdeón Blanco.»
— Antonio Lucas, El Mundo, 9-6-06

«Llama mucho la atención en este libro las ideas sobre el oficio periodístico, bien disueltas, el espectacular lenguaje que es marca de la casa —Valdeón dice sentir «verdadero amor por el idioma», y le creemos—, la complicidad con la que están trasladados algunos tipos sociales que todos vamos encarnando… y la valentía para hacer una novela barroca, con poca trama pero muy intensa, con la intención clara de dinamitar la mente del lector, para que vea la realidad con unos ojos más críticos. Aunque duela».
Eduardo Martínez Rico, Literaturas, 2006

 

El fulgor y los cuerpos (Espasa-Calpe, 2002)

«Una novela que evidencia el andamiaje que la sostiene, la juventud arrogante de su autor (25 años) pero, sobre todo, la fiereza literaria de una prosa rotunda, barroca y contundente. La manera con la que Valdeón Blanco se enfrenta al lenguaje conmociona y, por momentos, satura. Sin embargo, a pesar de los excesos, que son muchos, sorprende la fuerza de su adjetivación y la conciencia de su propio discurso (…) Insisto de nuevo en los excesos del libro, en sus evidentes costurones, en los desequilibrios internos. Aun así, su autor es escritor. Algo que no pueden decir muchos de los nombres que pueblan las mesas de novedades».
Antonio Jesús Luna, Proscritos, marzo de 2005

«Julio Valdeón ha escogido el modelo del relato del aprendizaje para la composición de El fulgor y los cuerpos (…) debe proclamarse que el joven autor ha acertado en lo sustancial con una novela lírica de alto mérito literario, enriquecida por el aliento poético de una prosa pergeñada con indudable imaginación verbal y por la hondura humana de su creativa relación de unos años decisivos en la formación del hombre y del escritor (…) De lo cual el texto que estamos leyendo, si hacemos gracia de algunos excesos, ha venido dando muestras suficientes para saludar la aparición de un nuevo escritor con firme proyección de futuro».
Ángel Basanta, El Cultural, 27-3-02

«Su novela, El fulgor y los cuerpos, es cruda, ambiciosa lírica, cáustica (…) Lleva tan metida la literatura en la vena que él mismo hace la autocrítica y confiesa la duda»
—Raúl del Pozo, El Mundo, 8-2-02

 

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