Hay que felicitar al PSOE por su éxito en las elecciones de EE.UU. Venció a Donald Trump, mientras los activistas del Frente Popular de Judea, socios de gobierno, colocaban a una vicepresidente en la Casa Blanca. La carrera que Irene Montero sacrificó en Harvard para servirnos, entre la astrofísica Cecilia Payne-Gaposchkin y la sufragista Adella Hunt Logan, ha sido compensada por el ascenso de esa leona entre los afectados contra la hipoteca, Kamala Harris, que pisa fuerte junto a Angela Davis , Maragarita Nelken y (nuestra) Ada Colau en la eterna lucha de las mujeres. Por otro lado el compromiso del PSOE contra el nacional populismo, frente a quienes rodean y asaltan parlamentos y contra los partidarios de derogar constituciones democráticas, incontestable en el caso del faro, guía, mentor y líder del PSC, o sea, Joseph R. Biden Jr., contrasta con los exóticos rumores de un nuevo tripartito en Cataluña. No se entiende que el partido desfile junto a los que pelean contra los populistas en Estados Unidos y de su mano en España, urdiendo una reedición del gobierno de aquel José Montilla que llamaba a desobedecer las sentencias de los tribunales poco sensibles con los anhelos soberanos del pueblo elegido. No hay vuelta: los populismos, como tiene escrito el profesor Manuel Arias Maldonado, no se distinguen por su posición en el eje clásico de izquierda/derecha, sino por su trato con los mecanismos y contrapesos del Estado de Derecho y sus maniobras respecto a la democracia representativa. Lo que distingue a Trump o a Puigdemont, lo que convierte a estos sujetos, y al del sombrero de bisonte, y a Isa Serra enfrentada a las agentes durante un desahucio, no son sus ideas respecto al aborto, la educación, la sanidad o los tributos, sino el convencimiento de que disponen de un instrumental ideológico omnicomprensivo que les permite, por un lado, mantener línea directa con la voluntad popular, en cuyo nombre actúan, y por otro zanjar todas las cuitas de este mundo con la facilidad automática debida a los mejores charlatanes. Aunque Biden alardea de tolerante y flexible cuesta creer que en Cataluña gobierne con los trumpistas. Pero a saber.